Obvio Nen@!


lunes, 11 de abril de 2011

1X09 El tejado donde fuimos más que amigos

Bueno, hola de nuevo. gracias a la insistencia de mi anónimo favorit@ pues aquí vuelvo con un nuevo capítulo de Let's make history que se que os encanta
Por favor Anónimo deja tu nombre ric@!! jaja
Espero que os guste!!



-¿Cómo?- preguntó mi madre alucinada.
-Sí. Bueno ya sabes que me gustan mucho las sirenas y todo ese rollo relacionado con la mitología. Pensé que le daría un toque original al cuarto.
Por supuesto que mi madre ignoraba que "sirena" era como Yon me llamaba cariñosamente.
-Bueno, no está mal- he de decir que aluciné con su respuesta.- Oye, toma. Cómete eso, y puedes bajar cuando quieras.
-Oye mamá, lo siento mucho. Me fui a dar una vuelta y se me pasó la hora.
Mi madre me sonrió.
-Ya lo se. Es sólo que tienes que tratar de ser un poco más responsable. Cuando llegamos, el camión estaba a punto de marcharse.
-De acuerdo- la sonreí.
-Bueno, vamos a ver como tienes ordenada la ropa.
-¡No!- grité. Mierda, me iba a descubrir. ¿Es que acaso nunca podría tener a mis padres contentos? Le recé al Dios de la suerte, fuera el que fuera, y le rogué que se marchara cuanto antes.
-¿Pasa algo, Alma?
-¿No dices que tengo que aprender a ser más responsable? Pues si ahora abres el armario me empiezas a colocar toda la ropa que tengo desordenada, nunca aprenderé a serlo.
"Que se lo trague, que se lo trague" - supliqué.
-Mm, está bien. Te noto rarísima. ¿Seguro que no te pasa nada?
-Seguro. Es solo el olor de la pintura. Pero ya he abierto la ventana- la señalé.
-Está bien, como quieras. Por cierto, hace unos minutos vinieron los vecinos de aquí al lado. Hemos quedado con ellos esta tarde para dar una vuelta. Dijeron que tenían un hijo de tu edad. A lo mejor hasta hos llevais bien.
-Sí, quien sabe... Bueno, adiós.
Mi madre salió del cuarto y corrí a cerrar la puerta.
-Ya puedes salir- dije.
La puerta del armario se abrió y Enzo salió. Sostenía algo en las manos.
¡Oh no!
-Así que esto es un tanga, ¿no?
-¡Ay por Dios, Enzo deja eso!- corrí a quitarle el tanga.
-Bonita ropa, Alma.
-La ropa de las chicas no se cotillea.
-Bueno, sí, si estás encerrado en un armario.
Guardé el tanga y cerré las puertas del armario.
Enzo estaba asomado a la ventana.
-Oye, ¿te has dado cuenta de que hay unas escaleras que suben hasta el tejado?
-¿Qué?- me dirigí hacia la ventana. Me asomé al exterior y contemplé la fachada. Efectivamente, unas pequeñas "escaleras" conducían hasta el tejado.
Enzo sacó su cuerpo por la ventana y se agarró a los salientes de la escalera.
-¿Te hace una excursión a la parte más alta de la casa?
¡¿Pero es que nunca se estaría quieto?!
-Enzo, baja de ahí. No sabemos si los enganches aguantarán.
-Alma, mi casa también los tiene. Vamos, será divertido.
Bueno, podría estar bien. Me senté en el quicio de la ventana y me agarré a los soportes. Comencé a escalar. La verdad era que estaba un poco asustada.
Al llegar arriba, Enzo me tendió su mano y me ayudó a subir.
El tejado estaba un poco sucio, y estaba cubiertos de hojas. Caminamos con cuidado hasta llegar a la parte delantera de la casa. Enzo se sentó y yo le imité.
-Vaya, siempre acabas sorprendiéndome.
Rió.
-Bueno, paso muchas tardes en el tejado de mi casa, mirando al horizonte. Al menos, ahora tendré a alguien que me pueda acompañar.
Sonreí. Enzo era realmente increíble.
-Bueno, espero no tropezar y caer. Ya sabes que la mala suerte me persigue- me acordé del paseo programado para aquella tarde- Por cierto, tus padres han quedado con los míos para dar un paseo por la manzana.
-Típico en ellos. Suelen hacerlo siempre con los nuevos vecinos.
Miré el horizonte. El Sol comenzaba a esconderse entre las nubes, que poco a poco iban oscureciéndose.
Me agarré las rodillas con los brazos y me limité a sentir la brisa dándome de lleno en la cara.
-Me alegra que hayas venido a Virginia- dijo Enzo. Notaba su mano cerca de mis pies. Sentía sus dedos recorriendo mi pierna.
-Bueno, la verdad es que empiezo a ver esto con otros ojos. Yo también me alegro de que en Virginia haya gente como tú.
Giré mi cabeza y me encontré con aquellos ojos verdes. Sentía como me deseaban. Sentía como el hueco que nos separaba, cada vez se iba empequeñeciendo.
El aire, revoleó su pelo. Sus manos se alzaron y sus suaves dedos, entraron en contacto con la piel de mi cara. Recorrieron con delicadeza todo mi rostro, mientras me atraían hacia él. Me incliné, entregándome al deseo. Sentí el tacto de sus carnosos labios. Sentí sus manos acariciando mis hombros, estrechándome hacia él.
Sentí la dureza de las tejas. De las tejas del tejado donde fuimos más que amigos.

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