Me impulsé hacia un lado e hice girar a Enzo. Se tumbó sobre el tejado y yo quedé encima suyo. Continuábamos besándonos apasionadamente. Sus manos recorrían ya, todo mi cuerpo.
Sentía su lengua recorriendo mi boca y juntándose con la mía. Acariciaba salvajemente su cuello, su pecho y su pelo.
El me agarraba con fuerza de la espalda y me atraía más hacia el.
Metí mis manos por debajo de su camiseta, obedeciendo al deseo.
Palpé su pecho con las manos.
Estaba tan delgado.... El las metió también, a pesar de todo, tímidamente, por debajo de mi blusa y acaricio mi ombligo.
Seguíamos besándonos. Entonces, de repente, apartó sus labios y dijo, sofocado:
-Alma, necesito respirar.
Mire su cara y sentí morir. Enzo se encontraba debajo de mí, con la camiseta medio subida, dejando al descubierto su pálido torso.
Tenía mis dedos enredados en su pelo. Note sus manos posadas en mis muslos.
Lo miré perpleja. ¿Cómo habido ido él a parar allí? ¿Qué había sido de...?
-Guau, ¿te he dicho ya que me encantas?
Le miré atónita. ¡No me lo podía creer! ¡Que alguien me dijera que no acababa de darme el super lote con Enzo en el tejado de mi casa! Volví a mirarle y comprobé que ya nada quedaba de mi fantasía encarnada en Yon. ¡Dios me había liado con Enzo pensando en Yon!
Me aparté rápidamente de él y me alisé la blusa. "¿Por qué tenía que ser tan puta?"- me dije.
¿Es que no podía pasar un día sin que me morreara con un chico?
Lo peor de todo había sido crearles falsas esperanzas a Enzo. Para nada me gustaba. ¡Maldito Yon! ¡Deja ya de entrometerme en mis deseos!
-¿Pasa algo?- se acercó a mí y un escalofrío me recorrió el cuerpo.
-No, nada. Enzo, lo siento. Ha sido un error.
-¿Error? ¿Se puede saber qué te pasa?
Me levanté y me giré. Caminé, con cuidado de no resvalar y caer, por el tejado.
Él me siguió.
-Lo siento si he ido demasiado rápido- me agarró el brazo y me odié por lo que le acababa de hacer.
-No, no es por eso. Es simplemente que me gustas mucho más como amigo. Te aprecio mucho y no quiero tenerte como novio. Eres algo más que eso.
Aunque sonrió, alcancé a oír como una nueva grieta se abría paso en su lastimado corazón.
Se inclinó a mí y me besó en la mejilla.
Le sonreí.
-Será mejor que bajemos. No creo que mi ausencia pase desapercibida por mucho más tiempo.
Cuando toqué suelo firme me giré para contemplarle de nuevo. Enzo estaba encaramado al árbol, por el que hacía una hora había subido.
-Lo siento, Enzo. Es, todo, muy complicado, de verdad. Créeme.
-No pasa nada. Nos vemos luego.
Sonreí y cerré la ventana.
Me dejé caer sobre la cama y me tapé la cabeza con la almohada para hundirme más en mi propia miseria.
"No está bien jugar así con los sentimientos de la gente". Mi "yo ángel" volvía a salir de nuevo a la luz.
Di un manotazo al aire, tratando de apartarle de mi imaginación.
Aunque ya lo había, jurado, prometido, y perjurado, lo volví a repetir una vez más en mi interior.
"Es la última vez que pienso en ti, Yon McKenzie".
Me palpé mis labios. Aún sentía el tacto de la barbita de tres días de Enzo, sobre mi fina y delicada piel.
Y lo peor era que le iba a volver a ver. Sí, esa noche.
Me incorporé y caminé hacia mi armario.
Lo abrí y algo cayó al suelo. Me agaché y cogí aquello.
Era una caja de pastillas. La abrí. El paquete estaba casi consumido. Tan sólo quedaban dos.
Pensé. ¿Qué significaba aquello?
Sentía su lengua recorriendo mi boca y juntándose con la mía. Acariciaba salvajemente su cuello, su pecho y su pelo.
El me agarraba con fuerza de la espalda y me atraía más hacia el.
Metí mis manos por debajo de su camiseta, obedeciendo al deseo.
Palpé su pecho con las manos.
Estaba tan delgado.... El las metió también, a pesar de todo, tímidamente, por debajo de mi blusa y acaricio mi ombligo.
Seguíamos besándonos. Entonces, de repente, apartó sus labios y dijo, sofocado:
-Alma, necesito respirar.
Mire su cara y sentí morir. Enzo se encontraba debajo de mí, con la camiseta medio subida, dejando al descubierto su pálido torso.
Tenía mis dedos enredados en su pelo. Note sus manos posadas en mis muslos.
Lo miré perpleja. ¿Cómo habido ido él a parar allí? ¿Qué había sido de...?
-Guau, ¿te he dicho ya que me encantas?
Le miré atónita. ¡No me lo podía creer! ¡Que alguien me dijera que no acababa de darme el super lote con Enzo en el tejado de mi casa! Volví a mirarle y comprobé que ya nada quedaba de mi fantasía encarnada en Yon. ¡Dios me había liado con Enzo pensando en Yon!
Me aparté rápidamente de él y me alisé la blusa. "¿Por qué tenía que ser tan puta?"- me dije.
¿Es que no podía pasar un día sin que me morreara con un chico?
Lo peor de todo había sido crearles falsas esperanzas a Enzo. Para nada me gustaba. ¡Maldito Yon! ¡Deja ya de entrometerme en mis deseos!
-¿Pasa algo?- se acercó a mí y un escalofrío me recorrió el cuerpo.
-No, nada. Enzo, lo siento. Ha sido un error.
-¿Error? ¿Se puede saber qué te pasa?
Me levanté y me giré. Caminé, con cuidado de no resvalar y caer, por el tejado.
Él me siguió.
-Lo siento si he ido demasiado rápido- me agarró el brazo y me odié por lo que le acababa de hacer.
-No, no es por eso. Es simplemente que me gustas mucho más como amigo. Te aprecio mucho y no quiero tenerte como novio. Eres algo más que eso.
Aunque sonrió, alcancé a oír como una nueva grieta se abría paso en su lastimado corazón.
Se inclinó a mí y me besó en la mejilla.
Le sonreí.
-Será mejor que bajemos. No creo que mi ausencia pase desapercibida por mucho más tiempo.
Cuando toqué suelo firme me giré para contemplarle de nuevo. Enzo estaba encaramado al árbol, por el que hacía una hora había subido.
-Lo siento, Enzo. Es, todo, muy complicado, de verdad. Créeme.
-No pasa nada. Nos vemos luego.
Sonreí y cerré la ventana.
Me dejé caer sobre la cama y me tapé la cabeza con la almohada para hundirme más en mi propia miseria.
"No está bien jugar así con los sentimientos de la gente". Mi "yo ángel" volvía a salir de nuevo a la luz.
Di un manotazo al aire, tratando de apartarle de mi imaginación.
Aunque ya lo había, jurado, prometido, y perjurado, lo volví a repetir una vez más en mi interior.
"Es la última vez que pienso en ti, Yon McKenzie".
Me palpé mis labios. Aún sentía el tacto de la barbita de tres días de Enzo, sobre mi fina y delicada piel.
Y lo peor era que le iba a volver a ver. Sí, esa noche.
Me incorporé y caminé hacia mi armario.
Lo abrí y algo cayó al suelo. Me agaché y cogí aquello.
Era una caja de pastillas. La abrí. El paquete estaba casi consumido. Tan sólo quedaban dos.
Pensé. ¿Qué significaba aquello?
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