Un año... 365 dias ya desde que nos dejaste... y parece que fue ayer. Y, en este año que ha pasado, no ha transcurrido ni un solo día en el que no hayas aparecido en mi pensamiento. Porque no se te olvida, porque siempre te llevo dentro.
Jamás podré olvidar esa ilusión con la que esperaba cada verano, para bajar a verte. Y siempre estabas allí, con tu sonrisa tímida. Con tus pocas palabras. Y, sobre todo, con tu mirada. Esa mirada que no necesitaba de voz, ni de signos para expresar. Siempre que te miraba, me perdía en tu mirada, llena de años, de experiencias, de sabiduría. Siempre callado, sí, pero escuchando. Intervenías poco, pero cuando lo hacías, siempre llevabas la razón... nadie podía recriminarte, porque nadie sabía como sabías tú.
Y siempre nos recibías con los brazos abiertos, aunque te diéramos el coñazo; siempre aguantando, y sonriendo como sólo tú sabías hacerlo: sin necesidad de mover los labios, simplemente con la mirada. Era fácil reconocer cuando estabas bien o cuando no, simplemente había que mirarte a los ojos. No podías ocultar nada.
En mi recuerdo siempre estás feliz, durante todos los años que fui a verte. Hasta que llegó ese maldito día en el que la abuela se marchó. Se fue un 12 de Agosto, llevándose con ella tu alegría. Ella era tu vida, todos lo sabemos, y cuando se fue, mucha parte de tí se marchó con ella. Cuando te ví ese verano, ya no eras el mismo. Aún más callado de lo habitual, aún más serio... y sobretodo, faltaba esa chispa en tu mirada. Estabas con nosotros, pero, en realidad, seguías con ella.
Y, esque, fue todo tan rápido... Me levanté un domingo, a la hora de siempre, sin ningún cambio significativo.
Como todos los domingos te llamamos por teléfono, ya que la distancia nos impedía ir a verte. Y hablamos contigo... estabas bien... te dolía un poco la tripa, y te iban a llevar al médico, previendo una gastroenteritis. Y todo iba bien... hasta que nos enteramos que no era una gastroenteritis. Una hemorragia en el estómago te producía el dolor. Mi padre cogió el primer AVE de la tarde, y fue corriendo a tu lado. Ahí descubrí la verdadera gravedad del asunto. Cuando me levanté el lunes por la mañana, ya te habías ido.
Y, aunque ya no pueda verte, aunque ya no pueda mirarte, ni abrazarte, yo sé que siempre estás a mi lado,con la abuela, que siempre estais viendome, cuidando de mí. Y también sé que os sentís orgullosos de mí, lo que es mi objetivo. Porque todo, todo lo que hago, va para vosotros. Porque nadie se lo merece más que vosotros.
Bueno, abuelo, me despido, pero sólo por hoy. Porque nadie muere mientras se le recuerde. Y, a tí, te recuerdo siempre, siempre. Un beso para la abuela, sé que estaís juntos allá donde os haya llevado el mundo.
Os quiero. Mucho. Hasta siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario